viernes, 25 de abril de 2014

El campo bioenergético

La caja de resonancia más importante de que dispone el ser humano es la cabeza. Y el oscilador principal es el corazón, capaz de emitir las frecuencias y armónicos energéticos sutiles que son capaces de crear los distintos modos propios en las regiones de nuestro encéfalo.

Desde hace tiempo se ha ido estudiado sus partes (cerebro, cerebelo, bulbo raquídeo, cortex cerebral, regiones,...) Pero ni lo que denominamos inteligencia, creatividad, memoria, ni ninguna de las capacidades más importantes de las que dispone el ser humano, tiene una ubicación exacta en nuestro cerebro; un concepto que intenta demostrar la ciencia occidental con costosos y exhaustivos estudios.

Este fracaso en su localización se debe a que otras medicinas tradicionales como la China u otras similares, capaces de paliar y controlar determinadas patologías, tienen en cuenta a nuestro cuerpo como un sistema energético ya que nuestro cráneo tiene un comportamiento similar al de un Resonador de Helmholtz; lo que en lugar de disponer de una única abertura, dispone de varias al igual que un instrumento musical.


En su interior las ondas y los modos propios se comportan de una forma similar aunque tienen una velocidad de propagación diferente por moverse en un medio compuesto o masa encefálica con distintas densidades. En definitiva es un sistema resonante y su estudio puede ampliarse a sistemas resonantes en medios físicos, de distintas densidades, que a su vez pueden variar la frecuencia fundamental y sus armónicos.

Esto no es nuevo; físicos, músicos y médicos (antes chamanes, monjes y curanderos) desde hace muchos años descubrieron que existían sonidos que podían interactuar con nuestro organismo, y que estos sonidos estaban íntimamente ligados a nuestro cuerpo y alma. Tienen muchos y variados nombres como cantos religiosos, mantras, o rezos y los sonidos instrumentales. Que en teoría permitían conectar al ser humano consigo mismo o con su Dios. Además, sabían que algunos sonidos estaban relacionados con algunos órganos del cuerpo humano.


Nuestro campo bioenergético tiene la capacidad de comunicarse con cualquier parte de nuestro organismo sin necesidad de transmitir bioquímicamente esa información. Es decir, tenemos una especie de Wifi o Aura propia que permite comunicarnos e interactuar con cualquier parte de nuestro organismo.

Veamos un ejemplo, cuando nos hacemos un corte dónde perdemos distintos tipos de tejidos, de forma que no se puede enviar la información a las células en la reconstrucción. Nuestro cuerpo tiene la capacidad de comunicarse con las células que se encargan de la reconstrucción sin necesidad de transmitirse por redes neuronales, esto es posible a un campo energético capaz de transmitir la información en la reconstrucción. 

En definitiva, las células tienen la capacidad de recibir de este campo la información necesaria para adoptar una morfología u otra, es decir si se va a convertir en una célula de un determinado tipo de tejido u otro (endodermo, mesodermo y hectodermo). Todo esto sin estar ligadas a una comunicación directa “por cable” o bioquímicas con nuestro cerebro, las instrucciones de regeneración (y muchas otras) son controladas por el campo bioenergético. 

Este campo de energía, es la base de nuestra actividad biológica y mantiene sincronizadas todas las funciones del cuerpo y cuando esa estructura bioenergética se desequilibra comienzan a aparecer determinados síntomas físicos, psíquicos, emocionales y espirituales que habitualmente llamamos enfermedades. Estas enfermedades pueden detectarse en el campo energético antes de que los síntomas aparezcan en el cuerpo. Además, se podrían evitar las enfermedades corrigiendo el campo bioenergético donde comienzan a manifestarse las perturbaciones.

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